Probablemente no existan muchas personas a las que no les agrade la música aunque sea un poco. El detalle surge cuando en gran cantidad de lugares alrededor del mundo, nos vemos forzados en oportunidades, a escuchar el destacado gusto musical de alguien más.

​​Un ejemplo podría ser, al momento de arribar a determinado aeropuerto. Una vez en la terminal, la camioneta que nos lleva a la estación en donde rentaremos un auto, tiene aparte de la música “de fondo”, otros ruidos del medio ambiente.

Entramos al auto y es cuando encontramos nuevamente paz y tranquilidad, pero eso sí, si no abrimos las la ventanilla, porque quien maneja al lado nuestro ya lo hizo, y sus parlantes retumban a un nivel tal que todo el carro tiembla.

Sintiéndonos muy agradecidos, regresamos al hotel, para encontrarnos con la agridulce música que se conoce como “de elevador”, incluso que puede oírse fuera del elevador.

Contaminación acústica

Calmados y dentro de la tienda de recuerdos, nos encontramos con más canciones. Nos decidimos por el elevador, y de manera sorprendente encontramos más música “de elevador”. Llega la hora de la cena y terminamos en un lugar donde la administración tiene la idea de que cierto tipo de música estimula nuestras habilidades de buen conversador e incluso hará que aumente el apetito.

Este es uno de esos momentos en los que pensamos que es lo peor, pero no es así, ya que súbitamente entra al lugar un individuo que toca el violín o algún otro instrumento, o peor, un mariachi.

Los psicólogos suelen llamar a esta tendencia de los lugares:“audio arquitectura” o “tapiz musical”, y se encuentra específicamente diseñada para poner a quien la escucha de cierto humor, bien sea para comprar, o para comer más de lo que se espera.

Quizás no estamos conscientes de que nuestra música afecta a otros

Este estado ha sido considerado por el gobierno de los Estados Unidos como “contaminación auditiva”, sobre todo cuando las administraciones de los lugares manipulan la música.

En este caso, no solo el Instituto Nacional de Salud ha advertido en relación a la pérdida de la audición debido a la exposición a sonidos en un volumen extra alto. Ante ello, la Agencia de Protección Ambiental ha publicado diversas advertencias relacionadas con los efectos de “sonidos perturbadores o no deseados”.

La contaminación acústica no es proveniente de la música, sino también de la gran cantidad de ruidos que nos encontramos durante cada uno de nuestros días.

De modo que, el sonido pasa a ser algo no deseado cuando llega a interferir con las actividades normales como dormir, conversar, o disminuyendo o interrumpiendo la calidad de vida de las personas.

El hecho de que no pueda verse, probarse u olerse quizás sea la explicación del porqué no se le ha prestado atención como si se ha hecho con otros tipos de contaminación, como lo son la contaminación del aire o del agua.

El aire a nuestro alrededor se encuentra sobrecargado constantemente con sonidos y a pesar de eso, muchas personas podrían decir que no estamos rodeados de ruido.

Este sentimiento de “fastidio” puede tener grandes consecuencias, principalmente en el estado de salud de uno.

La música puede ser tanto relajante como salvaje, sin embargo, cuando se trata del espacio compartido muchos preferirían escuchar una tercera opción musical: paz, tranquilidad y silencio.